Siempre creí en los cuentos de hadas, pero él prefería los de horror.
A Damian Blackstone no le importaba mi existencia. Vino a mi mundo por una sola razón. Vino a buscar respuestas sobre su pasado.
Se comportaba como el villano de mis cuentos de hadas favoritos. Él no era quien recibía el felices para siempre; él era quien los destruía.
Por eso no podía entender por qué el hombre que me crio estableció en su testamento que Damian y yo nos casáramos. No estaba segura de poder vivir con un hombre como Damian. Éramos tan opuestos como dos personas pueden serlo. Me encantaba bañarme a la luz del sol mientras él prosperaba en las sombras.
No pensé que desarrollaría sentimientos por el que me miraba como si no fuera más que un medio para un fin. Sin embargo, en su oscuridad, a veces veía chispas de luz. Vería dulzura. Vería su alma.
Nos enredamos el uno el otro cuando caímos en errores y los llamamos destino. Yo era su Cenicienta y él era mi Bestia.
No estaba segura de que los cuentos de hadas retorcidos terminaran en un felices para siempre.
Aun así, estaba decidida a averiguarlo.