Nadie me estaría buscando.
O eso pensé.
Me escapé del hombre vil con el que me dejó mi madre, con la esperanza de empezar de nuevo en una ciudad diferente.
Pero en lo profundo de la inhóspita Alaska, a donde elegí huir, no había un lugar donde pudiera establecerme. Después de días de caminar y perderme, encontré refugio en una cabaña, lejos de la civilización. Hasta que un día llegaron. Tres hermanos, uno más fuerte y más complejo que el otro. Me permitieron quedarme, y cuanto más tiempo pasaba, más cercana me volví a cada uno de ellos. Pronto me di cuenta de que los tres me afectaban y no podía negar los sentimientos que sentía cuando estaba cerca de ellos.
Nuestro vínculo se hizo más fuerte, y antes de dejar la cabaña para ir a casa con ellos, me prometieron mantenerme a salvo para siempre. Pero cuando las dos personas que quería dejar atrás vinieron a buscarme, prometiéndome volver a ser familia, tuve que decidir si quería pasar el resto de mi vida con ellos, o con los tres hombres que me cuidaban.